Eterno resplandor de una mente sin recuerdos: una ruta al paraíso del olvido

“Cuán feliz es el hombre inocente sin delito,

el mundo que se olvida del mundo olvidado,

el eterno resplandor de una mente sin recuerdos,

se cumplen las oraciones y se rechazan los deseos.”

                                                                                        Alexander Pope

Un viaje en el tren… a un lugar desconocido… para romper con la rutina… para regresar al mismo destino… con su cabello teñido de azul… ruina azul. El preámbulo de esta cinta me transporta a tantos pasajes de mi vida, seguro no soy la única: escenas corriendo en busca de escapar de la rutina, de los recuerdos que también he querido olvidar, de ese camino repetitivo. Sin embargo, por momentos, me alegro de que eso no haya sucedido, que mi mente se mantenga intacta con su propio mundo olvidado, que le aquejen las culpas de los recuerdos, que coleccione casi de manera obsesiva palabras, nombres, rostros y hasta fechas exactas.

Y no me enorgullece decirlo, recordar es una extraña maldición en la que existen pocas ventajas, al final los recuerdos, los buenos y los atroces, es lo poco que nos pertenece en realidad, tanto, que, como muchos otros, hasta intento atesorar una colección de nimiedades en un blog, para recordar momentos, olores, sensaciones y todo lo que se parezca a sentirse vivo.

Pero lo cierto es que siempre habrá un momento, un día, una persona, un algo que queramos olvidar, y Eterno resplandor de una mente sin recuerdos lo define así, nada más bonito que poder suprimir de la memoria sólo eso que perturba nuestro ser, que hace olvidar nuestros delitos, sin duda, nada más podría hacernos tan felices. La posibilidad que ofrece Lacuna Inc., la ficticia clínica que elimina los recuerdos, es quizá el tesoro que anhelamos por instantes... pero ¿borrar el recuerdo de alguna persona querida?, si el propio Joel, interpretado por Jim Carrey, consciente de sus recuerdos, se arrepiente en el procedimiento.

Una construcción fragmentada en los recuerdos, en los que valen, en los que duelen y en los que evidentemente, no habría razón suficiente para deshacerse de ellos, porque si bien son los que nos recuerdan la infelicidad, también nos retornan a ese instante en el que supimos del placer.

Y el punto de partida vuelve a ser el mismo, será quizá que, fuera de la ciencia ficción de la película, ¿estamos destinados a un camino que sin importar las veces que queramos olvidarlo, se revelará cada vez más vivo frente a nosotros?


Y sin considerar la original estructura narrativa ni la precisión estética, el planteamiento es de ésos que me propicia preguntas sin respuesta, ¿será suficiente con teñir el cabello para dejar atrás el pasado?, ¿para olvidar? ¿Bastará con trazar un mapa de recuerdos materiales para seguir la ruta a olvidar?, ¿qué pasa con eso que no puede recolectarse para olvidar... olores, sabores, canciones, lugares...? ¿Basta con sólo liquidar un recuerdo de la mente o existe otra memoria que no controla la cabeza?, ¿la del corazón quizás? La misma cinta lo presume: "Puedes borrar a una persona de tu mente. Sacarla de tu corazón es otra historia”, olvidar no es tan fácil, gozar de esa absoluta felicidad no es siquiera una posibilidad ficticia.


Una película más que juega con mi psicología y se añade a una colección de memorias invaluables… como un viaje en el tren… a un lugar desconocido… para romper con la rutina… para regresar al mismo destino… con su cabello teñido de azul… ruina azul...